lunes, 29 de julio de 2019

DE GENTE QUE IRRADIA EMPATÍA Y CARIÑO Y DE CURTIRSE PERO NO ENDURECERSE.

Muchas personas no llevan muy bien estar en espacios cerrados. Yo soy una. Pero una vez más he corroborado que todo es una cuestión mental.

La resonancia magnética es una prueba que nunca he soportado. Una vez llegué a ponerme a llorar sentada en la camilla, justo antes de estirarme para meterme en el tubo (escribo esto riéndome). No llevaba nada bien esa prueba, como digo. 

Pero la penúltima resonancia, solicité hacérmela en la Clínica Corachán (Barcelona), pues disponen del último modelo, unos centímetros más ancho de diámetro y una iluminación más "amiga" (Aquí puedes ver la máquina).
Noté una diferencia sustancial, así que hace unos días, que tenía que hacerme otra, volví a solicitar hacérmela allí.

En la Clínica Corachán (Barcelona) una chica joven hace resonancias. Con sorpresa vi que se acordaba de mi de una vez anterior (hace un par de meses). En primer lugar porque por ahí pasa muchísima gente y en segundo lugar, porque que yo estuviera angustiada en aquella ocasión, tampoco me diferencia de un alto porcentaje de las personas que han pasado por el tubo tragando saliva y con el agobio agarrotándoles por completo. Esta vez, aunque yo iba mucho más tranquila que en la otra ocasión, me ha ofrecido ponerme música durante la prueba. "¿Qué música te gusta?" "Música negra. Aretha, Nina Simone..." le he dicho.


Se llama Rocío y es la técnica de radiología de la clínica Corachán.
Foto: Del instagram de Rocío, previa autorización.

Y mientras sonaba "Feeling good" de Nina Simone, el potente imán ha empezado a tomar imágenes desde todos los planos de mi hombro durante 15'.

Y ahí metida, me he emocionado porqué esa chica había sido especialmente amable y empática conmigo, solo por ofrecerme ponerme música y por comentar que sí, sí es angustioso estar en ese tubo, con ese ruido estridente y sin poder moverte. 

Pero he reflexionado sobre qué es exactamente lo que me ha emocionado, porque no, no es que yo sienta que "la gente es mala conmigo". Ha sido el llevar mucho tiempo con el sentir de "sola frente a todo". Y cuando lo que soplan son vientos alisios, fantástico. Pero cuando la vida sopla fuerte, es cuando las personas nos curtimos y más sentimos si hay alguien dándonos apoyo incondicional (un hermano, una amiga o una pareja). Y creo que ha sido ese curtimiento el que hoy Rocío, con su empatía, ha hecho resquebrajarse un poco... Porque curtirse está bien y es casi inevitable. Pero no endurecerse. Y a veces nos endurecemos más de lo que somos conscientes y, entonces llega alguien que sin proponérselo, te toca justo el botón que necesitas para recordarte que eres más emocional que racional; que de vez en cuando hay que pararse y sentir "Soy yo, estoy conmigo. No estoy sola frente a todo".

Porque lo cierto es, que sucumbimos a las rutinas, a la dureza que impone el ritmo acelerado de todo; todo ha de ser cuando ha de ser (y por eso un hashtag que gusta mucho es #slowlife). 
Este sentir de "sola frente a todo" es real y lo llevo conmigo.  Pero ya no lo cargo como una losa o un estigma (a pesar de que socialmente, en el imaginario colectivo, el "estar/ser sola/o" es más estigma que objetivo deseable a alcanzar cómo señal de éxito de vida). Precisamente por estar cada vez más tranquila (o más metida, cuidado ego) en mi rol de "yo sola" yo diría que me ha pillado por sorpresa la empatía y la amabilidad de Rocío.

Faltan más "cllicks" así porque son los pequeños instantes de (re)conexión con lo importante, los que nos sacuden suavemente y nos recuerdan que realmente, aunque vivamos la película a cámara rápìda, desempeñando un rol que quizá no nos gusta siempre, son nuestras manos las que teclean el guión.

Gracias, Rocío.

jueves, 25 de julio de 2019

EL DIAMANTE QUE ALBERGAMOS EN NOSOTROS MISMOS

En la Rambla de la Muntanya, 97 (Barcelona) se encuentra el centro budista Samye Dzong y allí, el pasado 1 de mayo, conocí en persona a Venerable Damchö. Una monja budista neoyorkina, cuya breve presentación, puedes leer en la web de Facebuda.

En realidad, la había descubierto hacia un año, al inscribirme a unos cursos del Instituto Budadharma. Los cursos que yo hice eran sobre el manejo de las emociones desde una perspectiva budista, así cómo sobre el budismo cómo filosofía de vida. El Instituto me lo dio a conocer un viejo amigo. Me habló con tanto cariño y admiración de los cursos y de Venerable Damchö que, entendí que era una de esas señales místicas del universo. Y así la conocí. Ella impartía el primer curso que realicé "Las tres joyas" y así quedé enamorada de su forma de transmitir su sabiduría.

Tiene una voz musical y gesticula moviendo sus finos dedos con delicadeza al compás de su cantarina voz. Y sus analogías son originales y de profundo calado. Algunas veces, hace salir de tus labios sonrisas, o carcajadas de tu garganta.

Supe que venía en mayo a dar una charla a la otra punta de la ciudad y tenía que ir. Así de simple. Coincidió todo lo que me va peor en mi rutina semanal (un miércoles, en la otra punta de la ciudad, a última hora de la tarde y teniendo a mi hijo conmigo). Por eso se dice:

"Quien quiere hacer algo, encuentra el medio.
Quien no quiere hacer algo, encuentra la excusa"



Ni qué decir tiene que la charla mereció la pena hasta el último segundo.
Nunca he sido religiosa pero siempre he sido consciente de mi dimensión espiritual, y he estado muy conectada con ella.
De niña tuve mucho contacto con personas cristianas. Fui a un colegio de monjas durante parte de mi escolarización, asistía a misa e incluso, tocaba la guitarra en ellas. Fui bautizada, hice la comunión y la confirmación. Pero nunca he creído en la Iglesia porque esta, está formada por hombres (y mujeres) tan humanos e imperfectos como los demás, los cuales (algunos de ellos) cometen crímenes amparados por esa institución, o, cuando menos, escondidos en sus hábitos y aprovechándose de la vulnerabilidad de las personas.


El budismo ha sido para mi un bálsamo reparador. Llegué a él hace 6 años, cuando, una amiga me regaló un fin de semana en un monasterio budista en Huesca. Tras esa primera toma de contacto, volví a ese monasterio dos veces más. La segunda ocasión, tomé refugio en el budismo en una ceremonia que ofició Lama Drobgyu. Aunque reconozco que no era plenamente consciente de lo que aquello significaba. Lo comprendí cuando empecé mis cursos sobre budismo en el Instituto Budadharma.


Pero no fue hasta el año pasado, cuando, empecé a vivir con más profundidad en el Dharma. No obstante, debo decir que vivo el budismo como filosofía de vida, y no como una religión. No sigo muchos preceptos, pero sí extraigo lo que me ayuda a comprender y a no vivir en estado bélico interior continuo. Me refiero a la empatía, al recordar constantemente que los demás son tan humanos e imperfectos como yo, que todos somos lo mismo y algún día volveremos al lugar de dónde venimos. Y a ser benevolente conmigo misma.

Me divorcié hace 10 años y no he vuelto a tener pareja desde entonces (aunque la he buscado). Además, el proceso por la custodia de mi hijo, fue tan extenuante que, todo ello, derivó en un combo que me hizo caer en una depresión. Empezar a estudiar la carrera y tener una situación económica tan precaria, rayana en la probreza, sólo embruteció el escenario en el que me movía ejerciendo mi maternaje cómo podía, lidiando con la culpa, el sentimiento de incompetencia personal y de injusticia del mundo entero sobre mi persona. La poca vida social que tenía, se volatilizó. 
No tengo familia, o la que tengo, es perjudicial y peligrosa para mi y mi hijo, y no mantengo ningún contacto con ella, desde hace tiempo. Pasé años entre mi trabajo, el cuidado de mi hijo cuando estaba conmigo y dedicada al estudio de manera íntegra cuando se marchaba con su padre. Aquello me generó un vació interior sordo y profundo cómo una fosa marina que traté de llenar comiendo. De modo que por si toda la situación no fuera suficiente, me convertí en obesa en grado II. Nuestro sistema no está estructurado para sostener, sino para su existencia sea facilitada por los individuos... Pero esta es otra historia.

Entré en una crisis existencial.

Y en ese momento, el budismo llegó a mi vida.

Por experiencia personal , que cuando perdemos nuestros puntos de anclaje como la familia, los amigos; cuando nos abandonamos física y espiritualmente, aflora un sentimiento de soledad, de encontrarnos perdidos y sin saber qué sentido tiene nuestra vida, siendo esta una necesidad común a todos los seres humanos. (Benavent, 2012: 23). La salud espiritual debe ser atendida y cuidada porque, de nuevo por experiencia personal, un vacío espiritual no atendido puede provocarnos enfermedades mentales como la depresión, o trastornos como la ansiedad, el insomnio, etc,. (Benavent, 2012:117).

Cuando Venerable Damchö finalizó su charla, formamos un pasillo por el cuál ella pasó para salir de la sala, seguida por otras monjas. La gente le decía cosas y ella se detenía unos instantes hablando, sonriendo abrazando a unos y a otros. No sé qué le decían para que ella hiciera una cosa u otra.

Yo no tenía intención de decirle nada. Pero a medida que se acercaba, supe que tenía que decirle algo porque, tenía una ocasión irrepetible. Así que le pedí a mi hijo que, si hablaba con ella, nos sacara una foto.
Llegó dónde yo y le hablé. Y ella me hizo una pregunta. Sólo una pregunta y juntó su frente con la mía. Y en ese momento mis sentidos se detuvieron. Dejé de oír. No fui consciente de mis ojos hasta que vi la foto. Al cabo de un rato, sentí que, de algún lejano y ajeno a mi, llegaban unas ganas de llorar. Sentí el imperativo. "No llores" pero fue tan inútil cómo una ramita flotando sobre aguas bravas, negándose a caer por un salto de agua inminente. Es la mejor comparación que se me ocurre.

Y lloré. Lloré por mi divorcio, por la guerra en la que convertimos la custodia de nuestro hijo, por abandonarme a mi misma, por dañarme comiendo hasta la obesidad, por fumar, por caer y no saber evitar volver a caer, por soltarme la mano, por cuando traté mal a mi hijo, por culparme por no ser perfecta, por no sentirme siempre agradecida por poder estudiar, por desear rendirme, por enfadarme y coger rabietas por estrés y cansancio. Lloré por los amigos y amigas que se fueron yendo de mi vida, por mi soledad, por auto-compadecerme, por enfadarme cuando no me he sentido comprendida o por ser juzgada (yo o mi vida) por quien no conoce mi realidad, por haberme tratado con toxicidad,...

Mi hijo me miraba ligeramente sorprendido pero no me preguntó por qué lloraba. Me dijo "¿Qué te pasa? ¿Te has emocionado?" 



La espiritualidad nos hace mirar más adentro, y nos ayuda a encontrar aquello que es irreductible y lo que da sentido a la vida. (Benavent, 2012: 69). Nuestro diamante interior, porque “Descobrir el diamant que hi ha a l'interior de cadascú és una de les necessitats espirituals que tenim les persones” Benavent, E.

En aquel momento, frente a frente (nunca mejor dicho) con Venerable Damchö, sentí el amor y vi el brillo del diamante que todos albergamos en nosotros mismos. Es el que nos guía incluso cuando creemos que estamos solos en el barrizal más profundo que hayamos conocido. 





sábado, 20 de julio de 2019

3 AÑOS Y 8 MESES

Tres años y ocho meses desde la última entrada...

Este tiempo he seguido hacia adelante, acabando el grado en educación social, educando a mi hijo, y procurando permanecer en equilibrio. Estoy a un semestre de graduarme. Realizar el TFG (trabajo de fin de grado) defenderlo y seré educadora social. Habré invertido ocho años en esto.

Por esto y por otras razones, me parece el mejor momento para realizar el Camino de Santiago. Para prepararlo estoy leyendo artículos, entradas en blogs y consultando web's. Preparar la mochila, qué se necesita (lo mínimo imprescindible), cómo distribuir las etapas, dónde dormir, cómo organizar las etapas, la ida al nuestro punto de partida y el regreso a casa. Por supuesto, utilizaremos el tren (viajo con mi hijo, un apasionado de este medio de transporte) y desde siempre, el tren ha formado parte de los viajes que hemos hecho juntos.

Hace un par de semanas, compramos todo lo relacionado con el equipo que vamos a necesitar:
  • Mochila
  • Botas
  • Bastones
  • Pantalones cortos y uno desmontable
  • Camisetas transpirables
  • Calcetines sin costuras
  • Chubasquero
  • Linterna frontal (por si algún día emprendemos camino antes del amanecer)

El equipo ha costado 360€ para ambos. Dónde más he invertido ha sido en las botas. A falta de lo necesario para completar un botiquín muy básico y de los enseres personales (dispositivos electrónicos, sendos libros, cuaderno de bitácora de cada uno, tenemos lo más importante listo.

Ayer fuimos a buscar la credencial a la iglesia de San Jaume y este fin de semana hemos hecho la primera salida con el objetivo de ver qué tal nos sentíamos de caminata con la mochila (con el 10% del propio peso corporal) y los bastones. Hemos hecho una ruta por el Turó de Collserola aunque no puedo precisar cuántos kms hemos completado (yo diría que unos 12 kms). La caminata ha sido de 3h. Ha sido "un entreno" muy necesario para mi y mi hijo. Él, pronto ha empezado a querer recortar el tiempo y emprender la vuelta a casa. Me ha tocado motivarlo para continuar lo máximo posible pero no he querido insistirle mucho para que no entrara en ese punto en el que el recuerdo de la excursión es desagradable porqué uno quería volver y le han dado la matraca con seguir. 


Partiremos desde Astorga para completar el Camino de 100 kms*, que es lo mínimo que ha de completar el peregrino para conseguir la compostela al llegar a Santiago de Compostela.

No vamos a ser la primera madre e hijo que se embarcan en este viaje pero, es el nuestro.

Con ganas de emprender este viaje que, sin duda nos va a aportar, a poner a prueba y a fortalecernos tanto a nivel individual, cómo en nuestro vínculo madre e hijo.

En mi instagram (carla_dickinson) podrá seguirnos quien lo desee, tanto en los stories, cómo en mi feed. El hastag será #elcaminodecarlaymarti

Salimos en menos de 30 días. ¡Cuenta atrás activada!

*Fe de errata: No son 100 kms los que separan Astorga de Santiago de Compostela, sino 270. Me llevé la sorpresa una semana antes de salir, cuando me dio por mirar la distancia en google maps. Guardé el secreto a mi hijo hasta dos días antes, por miedo a que se echara atrás. No lo hizo.


NO, NO ES QUE HOY EN DÍA NO AGUANTEMOS NADA

Un periodista le preguntó a una pareja de ancianos: ¿Cómo se las arreglan para estar juntos 65 años? Y ella contestó: "Nacimos en un ti...